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La extinta figura de los Auxiliares - Bomberos
Tras la fundación del Cuerpo de Bomberos -en un principio bajo el nombre de la Asociación contra incendios de Valparaíso- los directivos porteños se vieron en la necesidad de aumentar la dotación de personal que cumplía servicios en las compañías, buscando colaboradores que ejercieran las tareas de traslado de las pesadas bombas de la época, además de proveer de agua las líneas de mangueras.
El primer intento por captar a estos nuevos ayudantes se realizó mediante una solicitud que hiciera el Directorio de la Asociación a la Intendencia provincial. Esta petición requería que los jornaleros del puerto se incorporaran a las filas de la institución para desarrollar el trabajo de carga. Pero, al parecer, esta iniciativa no encontró la respuesta esperada. No obstante, se consiguió que se unieran aquellos trabajadores que voluntariamente así lo decidieran. Como retribución, se les ofreció el beneficio de excusarse del servicio de los cuerpos cívicos.
No fue menor el interés que provocó esta iniciativa entre los jornaleros y artesanos, y para 1853 la Primera Compañía del puerto había incorporado 60 Auxiliares, la Segunda 97, mientras que la Compañía de Guardia y Propiedad sumaba 77 hombres. En total, se integraron 234 auxiliares, y se dio inicio a una nueva rama del servicio bomberil: Los Auxiliares.
Este grupo de esforzados hombres se rigió bajo un estatuto distinto al que debían obediencia los Voluntarios del futuro Cuerpo de Bomberos, y dentro de sus obligaciones debían “transportar a mano el material y los equipos desde los cuarteles hasta el sitio amagado por un siniestro”, indica el libro “Historia del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso” (1998). Además, debían colaborar con la Compañía de Guardias de Propiedad “en la fatigosa tarea de movilizar y poner a salvo los mobiliarios y mercancías pertenecientes a los particulares”, relata el texto.
A diferencia de los Voluntarios, los Auxiliares debían cumplir un horario determinado por turnos y “vestían un uniforme con algunos distintivos especiales; así mismo, eran remunerados por el Directorio de la Asociación y, además, eran atendidos con comidas y refrescos durante los siniestros”.
A los Auxiliares que trabajaban en las compañías de agua, les correspondió también la función de maniobrar las bombas a palanca “que eran accionadas por medio de una larga barra impulsada por dos palancas: mientras unos subían con un barrote, otros bajaban con la viga de enfrente. O sea, había dos bandas las que se debían mover coordinadamente de arriba para abajo y viceversa, a fin que el ejercicio resultara eficiente”, se explica en el texto.
La única Compañía que en Valparaíso no contó con el servicio de los Auxiliares fue la de Hachas, Ganchos y Escaleras que, por reglamento, nunca dispuso esta posibilidad (años más tarde, en Santiago, la Quinta Compañía tampoco incorporaría Auxiliares en sus filas, pues se oponían “a la existencia de distintas clases de bomberos, en el seno de una misma institución voluntaria”).
Ya instaurada la Asociación como Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, se reconoció en su primer Reglamento General -aprobado en enero de 1862- la existencia de estos colaboradores. Esta reglamentación estableció que “los Auxiliares, para ser admitidos, debían hallarse exentos del servicio de celadores (organización de seguridad compuesto por los vecinos del puerto) y de la Guardia Cívica”. Además, el estatuto autorizó a los Capitanes de Compañía para realizar los gastos indispensables para el bienestar de los Auxiliares, como lo eran “los refrescos en los incendios y la asistencia médica” de los que caían enfermos (además, cubrían los gastos de sus funerales).
El mayor sacrificio al que se debían enfrentaron los Auxiliares ocurría cuando un incendio era declarado en las partes altas de la ciudad, o en los propios cerros. En estos casos “las bombas debían trabajar en combinación, alimentándose unas a otras en una escala ascendente, y por lo tanto, era necesario llevar a pulso algunas de ellas a las partes altas, labor que cumplían tenazmente”, señala la publicación porteña. Añade el libro que otro esfuerzo lo constituía la manipulación de las tiras o mangueras. Estas “eran de suela cosida o unidas por remaches de cobre, las que después de ser usadas se ponían rígidas y sumamente rebeldes”.
A los Auxiliares “se les vio en innumerables ocasiones compartir con los voluntarios de la Compañía de Hachas, Ganchos y Escalas las labores de extinción final de los incendios cuando, armados de hachas y ganchos, subían a los edificios y trepaban los techos, sin importarles el fuego y el peligro, e incluso, ser sancionados por no corresponderles tales labores”.
Poco a poco la rigidez del reglamento de los Auxiliares fue mermando, y algunos años después de su establecimiento, fue posible verlos trabajar “codo a codo con los Voluntarios en la extinción completa de un incendio y, a veces, conduciendo ellos mismos el pitón o exponiendo la vida en el cumplimiento de su noble colaboración”, expresan las páginas del texto, en alusión al grado de compromiso que habían desarrollado estos Auxiliares- Bomberos.
Hacia 1881 se había establecido un servicio de escuela, la que funcionó por las noches con el propósito de instruir a los Auxiliares que se incorporaban al servicio. Además de los buenos resultados que arrojó esta práctica, por esos años las compañías comenzaron también a preocuparse “del aspecto humano de estos servidores del Cuerpo de Bomberos, ya que a indicación del Director de la Cuarta Compañía, se aprobó la idea de adquirir sepulturas, construyéndoles bóvedas en el cementerio de la ciudad, para el entierro de los miembros Auxiliares de la institución”.
Lamentablemente, esta iniciativa no perduró en el tiempo y después de 84 años, la figura de los Auxiliares comenzó a extinguirse: el 1 de mayo de 1888 “se acordó suspender la incorporación de nuevos Auxiliares en las Compañías”. Esta decisión se adoptó cuando se incorporó caballos al servicio para el arrastre de las bombas. A las Compañías se les autorizo conservar la dotación de Auxiliares que mantenían hasta esa fecha.
En diciembre de 1937 el total de Auxiliares aun en servicio era de 30, cifra que distaba de los casi 300 inscritos inicialmente. Finalmente, ellos “tomaron en forma definitiva, la calidad de Bomberos Voluntarios, con todos sus deberes y obligaciones” que imponía el reglamento a los miembros de la institución.
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