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Bombas a Vapor: la revolución bomberil del siglo XIX
Las bombas a vapor siempre han impresionado por su diseño, monumentalidad, estilo, en fin, una serie de atributos que las hacen únicas e increíbles frente a la tecnología que se usa hoy en día para la extinción del fuego.
Estas máquinas que cuando funcionaban se estremecían enteras, arrojaban humo, vapor y a más de un Maquinista enrojeció por el calor del fogón, fueron uno de los mayores desarrollos bomberiles del 1900, haciendo que las antiguas bombas a palanca fueran poco a poco desplazadas por este nuevo invento.
Ya avanzado el siglo XIX, las bombas a vapor hicieron su estreno, las cuales se caracterizaron por ser vehículos muy pesados, que dependiendo del diseño, podía ser tirada por caballos o a pulso por los mismos bomberos que acudían al siniestro.
En Londres en 1829 Brethwide construyó la primera bomba a vapor pesando 12 toneladas y desalojando 250 galones de agua por minuto. Pero es en la década de 1940 cuando en Inglaterra y Estados Unidos se comienza a utilizar masivamente.
Así el desarrollo de esta arma de combate contra incendios siguió su camino y en 1856 se creó la primera bomba a vapor con autopropulsión, que pese al avance tecnológico que significó, sus resultados no fueron los esperados. Pero como en todo ámbito, la ciencia continúa sus investigaciones y los estudios comienzan a dar frutos, se mejora la técnica y con ello un verdadero progreso para los bomberos, con piezas de material mayor más eficaces y rápidas.
De esta manera, se empezó a desarrollar un nuevo mercado bomberil, en el que las bombas a vapor fueron la tecnología de vanguardia puesta a disposición de la comunidad, en cualquier incendio.
Como en todo cambio, esta modernización también produjo variaciones en el servicio que en un principio se vieron plasmadas en la distribución del personal.
Ahora, la primera función que tenían los voluntarios estaba dirigida al funcionamiento de la bomba a vapor. Algunos estaban encargados de prender el carbón para la caldera, otros de aceitar los pistones, otros tiraban o preparaban los caballos para arrastrar la bomba, en fin una serie de procedimientos que antes no ejecutaban.
Dependiendo de la bomba, ésta era tirada por vigorosos caballos o por los mismos bomberos. En el primero de estos casos, al escuchar las campanas y pitos que alertaban sobre une emergencia, inmediatamente se iban a buscar los animales que estaban en un patio donde hacían las maniobras para unirlos a la bomba a vapor.
Los arneses, que estaban especialmente fabricados para el uso de los bomberos, consistían en dos collares de fierros abiertos que colgaban del techo. En caso de alarma, éstos se bajaban mediante un sistema de contrapesos, cables de acero y poleas y en segundos, el arnés quedaba en el pescuezo de los caballos.
En la segunda situación, la realidad era muy distinta y mientras unos empujaban, otro bombero encendía el carbón de la caldera para así generar el vapor que accionaba la bomba.
Al principio ninguna pieza de material mayor disponía de algún dispositivo de aviso, por lo que los gritos de los bomberos era el único medio de advertencia que tenían para transitar a una emergencia. Debido al peligro que representaba para la sociedad, se les instaló una campana que sonaba cada vez que salían.
Revolución Tecnológica en Chile y Sudamérica
Nuestro país no quedó ajeno a esta tendencia mundial y pocos años después de la fundación del primer Cuerpo de Bomberos, el de Valparaíso en 1851, comenzaron a importarse bombas a vapor, cuya capacidad para arrojar agua a mayor distancia y altura equivalía a la de diez bombas a palanca.
Un verdadero hito fue la primera bomba a vapor que llegó a nuestro país el 2 de enero de 1865, desde Portland, Estados Unidos.
Pero más importante es que esta máquina también fue la primera en su especie en pisar Sudamérica marcando una revolución tecnológica, no sólo en el mundo bomberil, sino que también en toda la maquinaria usada hasta el momento.
Aquel día, el buque “Quintero” llegó a las costas porteñas y ocho días después, la “Central” como se le denominó al igual que el nombre de su compañía, actual Primera Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago, llegó a la capital y la ciudadanía la bautizó como el “Monstruo Yankee”, debido a su imponencia
En 1868, la Primera Compañía, de la ciudad puerto, “Bomba Americana” también hace el cambio de su material mayor, pasando de la bomba a palancas a una de energía a vapor, la cual tuvo su estreno en un incendio ocurrido el 24 de febrero de 1869 en la calle de la “Aduana” (Prat), esquina Almendro (Urriola).
Asimismo, la Tercera Compañía de la ciudad sigue el ejemplo de sus pares y en 1868 encargaron a Londres una máquina tirada por caballos, la cual llegó en febrero de 1869 bautizándola como “Cachapoal”, ya que el barco que la trajo tenía aquel nombre.
En el sur, tras la fundación en 1870 del Cuerpo de Bomberos de Talca, se vieron en la necesidad de contar con una bomba a vapor y es por ello que durante esta década mandan a pedir a Inglaterra una máquina, muy parecida a la de la Quinta Compañía de Bomberos de Santiago, "Bomba Arturo Prat"..
Un año después, el Directorio del Cuerpo de Bomberos de Ancud también moderniza su material mayor y en 1887 llega al sur uno de estos "monstruors", que fue designado a la Primera Compañía de la ciudad.
El crecimiento urbano del siglo XIX, XX y el actual, exige diariamente que bomberos se modernice en las distintas emergencias que debe acudir. En un principio fue con las bombas a palanca, después con máquinas a vapor y ahora con vehículos motorizados, todo esto con el fin de entregar un servicio profesional de emergencia acorde a las exigencias que depara la realidad, las cuales ya no sólo se relacionan con el fuego, sino que con rescates o emergencias químicas, por ejemplo.
Es por esto que los bomberos a lo largo de todo Chile día a día están al tanto de los avances tecnológicos que ocurren a nivel mundial, para así poder brindar un servicio profesional de emergencia que se pone a prueba en cada emergencia.
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